Frase de Tormenta.
La mirada que le devolvió el espejo no era la suya. Era como si algo hubiese cambiado, había algo raro en sus ojos. Sin embargo, Julio era el mismo aparentemente: la misma ropa, el mismo cuerpo, hasta el mismo corte de pelo. Todo seguía igual, todo menos sus ojos. El color era el mismo, sí, pero parecían sin vida, vacíos, inexpresivos… era evidente que lo que acababa de presenciar le marcaría de por vida.
Se alejó del espejo, aquella imagen le causaba escalofríos. Necesitaba sentarse y pensar en lo que había sucedido, pero sobre todo necesitaba aceptar esa nueva situación. Parecía que todo eso le sobrepasaba, no era capaz de entender qué era lo que había visto, qué era lo que había sentido. ¿Iba a ser siempre así a partir de ahora?
Repasó mentalmente lo que había ocurrido. Recordaba cómo, al salir del trabajo, había visto como un coche se llevaba por delante a un niño de unos diez años y cómo el conductor se había dado a la fuga. Se paró un segundo a pensar cómo podía existir alguien tan repulsivo. Pero pronto reaccionó y fue corriendo hacía el pequeño que, tendido en el suelo, luchaba por sobrevivir.
Lo primero que hizo fue comprobar que respiraba y que tenía pulso. No sabía muy bien lo que hacía pero estaba convencido de que así conseguiría mantenerlo con vida. Acto seguido, llamó a una ambulancia. No se separó del niño hasta que, unos diez minutos después, llegaron los médicos.
Lo que vivió inmediatamente después es simplemente indescriptible. A pesar de sus esfuerzos, el niño había muerto y no había nada que hacer. Las emociones que vinieron a continuación hicieron que, por un momento, no se diera cuenta de lo que realmente estaba pasando. Primero, tuvo una sensación sólo comparable con un inmenso vacío que pronto se convirtió en la mayor pena que había sentido en su vida. Luego vino la rabia, como consecuencia de no haber podido hacer nada, y el odio hacia el conductor fugado. Llegó la impotencia para que después la tristeza volviera a apoderarse de él. Todo esto ocurrió en apenas unos segundos.
- Hola, ¿eres Julio? – dijo un extraño ser que hizo que su rostro palideciera de repente. Ese saludo le impresionó tanto que cayó en el suelo como fulminado por un rayo.
Cuando recuperó la consciencia unos minutos después lo único que vio fue al equipo médico que previamente había atendido al niño a su alrededor.
- ¿Se encuentra usted bien? Con perder a un paciente hemos tenido bastante por hoy – bromeó uno de los allí presentes.
- No creo que éste sea un tema para bromear – dijo muy serio – sólo era un niño.
Una vez que quedó claro que estaba completamente bien y que el desvanecimiento había sido sólo a causa de la impresión, los médicos se fueron y Julio decidió volver a casa y descansar. Lo cierto es que había sido un día difícil y, aunque es comprensible que ver morir a un niño es algo que indudablemente te ha de afectar, le parecía que ese accidente había sido algo más que todo eso, pero no sabía exactamente en qué sentido.
Llegó a un parque cercano a su casa. De repente, sintió que un sudor frío recorría su espalda y no tardó en entender por qué. A lo lejos, entre unos arbustos, volvió a ver a aquel extraño ser que se le había aparecido antes de desmayarse. Se acercó poco a poco, aunque el miedo apenas le permitía moverse.
- Creo que antes me estabas buscando...
- Sí, pero no te preocupes, no es lo que crees.
- Yo no creo nada.
- ¿No sabes quién soy?
- No estoy seguro de querer saberlo.
- Julio, tenemos que intentar llevarnos bien, vamos a estar juntos mucho tiempo.
- ¿Quién te ha dicho mi nombre?
- Es mi deber saberlo.
- No entiendo nada…
- Pronto lo harás. Ahora debes disculparme, tengo algo que hacer.
Y Julio vio como desaparecía poco a poco entre los árboles. Algo le llamó la atención en ese momento, y es que ese ser ya no iba sólo, había otra figura caminando a su lado. Iban de la mano, pero el segundo era visiblemente más bajo que aquél con quien había estado hablando hacía apenas un minuto. No tardó en averiguar quién era, pues justo antes de desaparecer se dio la vuelta y susurró un “gracias” que le llegó al alma. ¿Cómo era posible? Era muy parecido al niño al que había intentado salvar. Pero si ese niño estaba muerto no podía ser él…
La tarde le pareció una eternidad y aquella noche no consiguió conciliar el sueño. Revivía el día una y otra vez, pero no sacaba nada en claro. Pensaba y pensaba si lo que había visto era real o si había sido simplemente una alucinación.
- Siento haber tardado tanto. ¿Estás mejor?
- ¿Quién eres? ¿ahora vienes a buscarme a mí?
- Para nada – rió – ¿Cómo voy a llevarme a mi nuevo compañero de trabajo?
Julio se sentó en el sofá intentando comprender lo que le estaba pasando, pero tardó mucho tiempo en aceptarlo. Después de ese día siguió con su vida como pudo, pero ya nada volvió a ser lo mismo.
Imagen: darkae.deviantart.com
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Ser shinigami debe de ser duro :) Buen relato, con un final impactante ;) Y muy buena forma de desenvolverlo.
ResponderEliminarBesitos,
Mun Light Doll
vaya! muy muy bueno, es una idea impactante...convertirse en el ayudante de la muerte...
ResponderEliminarYa lo hizo Pratchett con "Mort" pero tu cuendo desde luego es mucho más inquietante ^^
Un besito cuentista
Wuow! Y yo que, hasta leer el final, pensaba que el "ser" era una especie de duendecillo o ángel de la guarda y que una vez muerto el niño se había quedado sin "persona" a la que proteger...(mis paranoias jijiji) pero tu final es mucho mas impactante y me ha dejado helada. Como siempre: genial tocaya!
ResponderEliminarUn besito!
Buen cuento!, algo escalofriante, jejeje, pero me ha gustado :)
ResponderEliminarPor cierto, leyendo tu comentario, te cuento que cuando digo lo que deseo estudiar, también muchos creen que voy a ser profesora, jajaja, curioso no? y la docencia no está entre mis intereses. Que bien por tí que hagas lo que tanto te gusta.
Saludos y un abrazo :)
Pobre, pobre personaje, condenado a ser la mano derecha de la muerte!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho como has desarrollado la historia, sin contar ni más ni menos que lo necesario, para al final, zas! darle ese giro que tanto me gusta a mi darle a mis cuentos.
Salu2
Uffff el principio desgarrador y salvajemente triste y desolador, no me gustaría nada nada estar en la piel de Julio. Realmente ver morir a un niño debe ser muy duro.
ResponderEliminarEl final, inesperado. No me pensaba encontrar con La Muerte y la verdad es que me has puesto los pelillos mirando al cielo. Puñetera condena para el pobre Julio...
Un abrazo!
Me he quedado de piedra!!! :-O
ResponderEliminarJoer, es que se me ha puesto la piel de gallina al leerlo y un escalofrío me ha recorrido todo el cuerpo... Vamos que estoy por pedirte que me dejes imprimírmelo para combatir este calor del demonio a base de escalofríos... jejeje
Eres una crack nena!! Mil besotes wapa, y todos los aplausos del mundo para tu relato!
P.D. También me he leído la de la semana pasada (perdón por no haberlo hecho antes doña tardonaaaaa!! jejeje). Y alguna de mis tonterías te habré dejado escrita en ella también!!
Ayosssssssssssssss
Una historia muy bien construida xanina! Realizando a lo largo de la narración una sucesión de planos en donde el rostro del miedo mezcla de incredulidad y temor camina aparte del mundo ajeno entre sus bromas a lo sucedido. Una muerte mas. Tan solo quien pudo verla por un instante no olvidará ya su presencia. Al menos el ayudante estará a salvo de ella. Escalofriante historia!
ResponderEliminarNo dejes de avanzar y cree mas en tiii!!
Un abrazo enorme
¿así que se ha convertido en un ángel?
ResponderEliminarTriste pero... consolador. O eso diría yo, de lo malo malo, podría haber sido peor.
Muy triste el cuento pero a su vez esperanzador!
besos de moras!